viernes, 16 de diciembre de 2011

El gran, grandísimo apellido Docavo.



     El fin de semana pasado estuve unos días en Madrid. Me encanta ir a Madrid, siempre vuelvo más contenta. Una de las cosas que hice fue llamar a mi abuela María para que me invitara a comer. La respuesta fue: "Bueno, es que nosotros vamos a ir a comer al mercado de San Miguel, pero vente si quieres" Es el tipo de cosa que te puede pasar cuando llamas a mis abuelos paternos. Eso, o que no te lo coja porque estén en Chile. Cuando sea grande quiero ser como ellos. Las navidades en su casa son míticas por las poesías, musicales y obras de teatro que durante el día se escriben, ensayan y representan. Mi abuelo suele ser el autor de la obra estrella del día y siempre me elige en el elenco de actores que la representa. Se ha ofrecido varias veces como mecenas para que yo estudie algo de teatro. Nunca he encontrado el tiempo para explorar ese ámbito en el que él asegura que encontraré mi futuro, pero es uno de mis propósitos  del año que viene.


     Tanta creatividad tenía que dar buenos frutos, lo que se demuestra fácilmente en lo artistas que son muchos de sus hijos: Mi tío Jose, ingeniero, se ha cogido un año sabático para escribir una novela buenísima (además de ser clwon), mi tía María, también escritora y empresaria, acaba de abrir un puesto de salchichas alemanas en el mercado de San Miguel y mi tío Chiqui es escritor y viajero incansable.


     En las imágenes mis abuelos, con su aire Alberti, y en el puesto mi tío Chiqui y mi prima Paula, todos guapísimos. Menuda genética llevo.

3 comentarios:

  1. Pata16:29

    Qué guapos! Felicidades hermanuchis!

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  2. Anónimo11:29

    Qué bueno, me pasaré por allí,
    tanto para tomar algo como para charlar
    Breves saludos d:D´

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