miércoles, 22 de diciembre de 2010
Súperabuelo
Hoy he tenido el gran placer de pasar la mañana con mi abuelo materno. Digo que es un gran placer, porque es mi persona favorita, sentimiento en el que me corresponde absolutamente. Ha tenido varios puntos dignos de mención.
Primero hemos ido al oftalmólogo porque tenía revisión después de su reciente operación de cataratas. Le ha dicho al médico que era el ojo derecho y cuando ha terminado le ha dicho que no, que se había equivocado, que era el izquierdo. Yo se que lo ha hecho porque ha pensado que ya que estaba allí, que mínimo que que le miraran los dos ojos. Siempre ha sido muy cabrito.
Después de pasar por la administración de lotería y por el puesto de la ONCE, donde es conocido y saludado muy respetuosamente, hemos ido a la peluquería. Cuando el peluquero me ha preguntado a mí que le hacía, él ha dicho "al cinco, así no me tengo que peinar" El peluquero se ha reido bastante, en parte, supongo, por el hecho de que mi abuelo es muy calvo. "Si no quiere peinarse, mejor se lo corto al cuatro" ha contestado. Siempre he pensado que es una pérdida de tiempo explicarle a los peluqueros lo que quieres, porque la gran mayoría hacen lo que les parece. Es un gremio muy poderoso.
Llegando a su casa, después de una conversación acerca de unas columnas que construyó su hermano Maxi en el puerto de Cádiz para llevar unos cables sobre la bahía, le he dicho que no me quedaba a comer porque tenía que hacer cosas. No le ha hecho mucha gracia. Queriendo demostrar la necesidad de mi presencia en su casa, ha preguntado "y si la chica se va a comprar, ¿quién se queda con la abuela?" Yo respondo "Tú, que para eso te casaste con ella" A lo que él ha contestado "Anda, se me había olvidado contar conmigo mismo para esto" Siempre fue un grande.
En la imagen se demuestra la calvicie del protagonista de la entrada de hoy. Tengo permiso de él mismo para publicarla. Al fondo estatua de Velázquez en la puerta del museo del Prado.
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Cuando eras un bebé un día, sin mediar palabra ni acontecimiento singular alguno, mientras yo te sostenía en brazos a su lado, te tiraste hacía él, no quisiste volver conmigo y lloraste bastante cuando no tuve más remedio que separaros para irnos, no vivíais en la misma ciudad, puede que fuese la tercera vez que le veías.Igual no tiene explicación pero desde ese día sois favoritos mutuos.
ResponderEliminarLa historia del comentario es claramente falsa. Si pensáis que vais a enternecer a la blogosfera con este tipo de pastelazos, la lleváis clara. Insultaos, escupíos, tiraos de los pelos... o llegad al centro del corazón CON HISTORIAS VERDADERAS.
ResponderEliminarMenuda patraña lo de la simpatía compulsivo-telepática con el abuelito paterno ingenioso, sabio e inmortal como mago de JR Tolkien. Por favor, que se le ve hasta en la foto que va agachado porque arrastra una sierra mecánica tipo Matanza de Texas: menudo bicho: una docena de ancianos como ese y no hace falta que nadie organice el fin del mundo.
Es todo cierto so zarrapastrosa, tu y tus muñecos
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